Historia de Harapan Project:
Mi nombre es Carlos Ferrándiz, nací en 1980 y estuve trabajando durante 7 años como abogado en un gran despacho de abogados, con un futuro profesional que para muchos sería envidiable. En el año 2010 decidí dejar mi empleo, mi familia y mis amigos para trasladarme a vivir a Indonesia y poderme dedicar totalmente al Proyecto Harapan (Harapan significa esperanza en Indonesio), proyecto humanitario que mi ONG viene desarrollando en la isla de Sumbawa en la República de Indonesia.
Desde niño mis padres me han inculcado la importancia de la ayuda al prójimo, llevándome desde que tengo 6 años a desarrollar labores humanitarias, en particular en comedores sociales y en residencias de disminuidos físicos y psíquicos. Por ello creo que esa vocación humanitaria se la debo en gran parte a mis padres, Carlos y María José y a mi hermana Laura, quienes me han enseñado a valorar desde bien niño lo que realmente tiene importancia en esta vida, la salud, el amor, la amistad, la alegría y siempre valorar lo que uno tiene, sabiendo sacar provecho de los momentos difíciles y afrontarlos con una enorme sonrisa.
En el año 2005 realicé mi primer viaje a Indonesia, en particular a la isla de Bali, atraído por su cultura y por las maravillosas olas de este país. En dicho viaje, un poco cansados de la enorme cantidad de turistas que me encontré en Bali, decidí realizar un viaje de unas semanas a la isla de Sumbawa, que está situada a tres islas de Bali. Sumbawa es una isla sorprendentemente distinta a Bali, isla extraordinariamente desarrollada económica y turísticamente hablando, dónde cada día miles de turistas llegan a su aeropuerto, procedentes de todos los lugares del mundo. En cambio Sumbawa, a pesar de ser una isla mucho más grande que Bali, (Bali: 5.700 km2, Sumbawa: 15,448 km2), apenas recibe unos pocos turistas semanales, y no sólo eso sino que además la población de Sumbawa apenas sabe explotar su oferta turística, lo cual podría ayudarles a salir de la extrema pobreza en la que vive su población. Por todo ello, el impacto y las sensaciones que me produjo ese primer viaje a Sumbawa fueron extraordinarias.
En dicho viaje me instalé en Lakey Peak, un conjunto hotelero destinado especialmente a surfistas, con algunas de las olas más famosas de Sumbawa (Lakey Peak, Lakey Pipe, Periscopes, Nangas…). Lakey Peak pertenece al distrito de Hu´u formada por un conjunto de 19 pueblos, construidos a lo largo de una extensión de 30 kilómetros de carretera, y habitadas por aproximadamente 18.050 personas, de las cuales un 30% están en edad escolar. Dicha población vive en condiciones de extrema pobreza y de precariedad absoluta, provocada por su evidente exclusión social y por la ajenidad a cualquier tipo de infraestructura.
Un día se me acercó un niño queriéndose comunicar conmigo, pero hablándome en indonesio, idioma que yo desconocía totalmente. Le pregunté si hablaba inglés, y él me contestó «no, teacher no good» (no, el profesor no es bueno), solo hablaba unas pocas palabras, lo cual me sorprendió enormemente puesto que es el único idioma con el que podía comunicarse con el poco turismo que existe en la isla, y aprovechar así el recurso económico que supone el turismo. Entonces le dije que al día siguiente yo le iba a enseñar inglés y que se lo dijera a sus amigos para que también vinieran a mis clases. Al día siguiente, me dirigí al lugar de reunión acordado con aquel niño, con una pizarra que me había cedido uno de los poquísimos hoteles que existen en la zona y con mis libros para aprender indonesio a partir del inglés (en definitiva se trataba de utilizar los libros en el sentido contrario). Cuál fue mi sorpresa al ver que había acudido al lugar todo el poblado vecino, eran unas 150 personas entre las cuales había niños, padres e incluso abuelos. Maravillado por las ganas de aprender de aquella gente, decidí que mi vida debía cambiar para ayudar a aquella gente. En ese momento nació el Proyecto Harapan.
Durante el resto de mi estancia en Sumbawa, seguí cada tarde realizando mis clases de inglés. Era sorprendente como cada día iba viniendo más y más gente a las mismas, entusiasmados en que por fin alguien había decidido ayudarles.
Tengo que decir que la educación en la escuela indonesia es de una calidad muy baja, careciendo en muchos casos los profesores de preparación alguna para la docencia. Asimismo, la escuela indonesia no tiene ningún contenido técnico-profesional, por lo que el éxito de salida profesional de la población infantil es absolutamente nulo. Todo lo anterior, provoca que exista una total desconfianza a la escuela por parte de la población local, lo cual conlleva sin duda al enorme fracaso y abandono escolar, así como a las importantes carencias en educación y en formación profesional de la población de Hu´u.
Esa desconfianza a la educación provocaba que muchos niños en edad escolar no asistieran a la escuela indonesia de forma regular, fundamentalmente los niños que viven en las comunidades campesinas más alejadas. Además, muchos niños no iban a la escuela porque realizaban tareas productivas impropias de su edad: pastoreo, labores agrícolas, auxiliares de los pequeños comerciantes, limpiabotas, etc. Tampoco era fácil el acceso a las escuelas, debido a la falta de transportes escolares y malas comunicaciones que imposibilitan que los niños de las aldeas más distantes se desplacen diariamente a la escuela. Según los maestros, muchos padres mostraban un escaso interés en que sus hijos fueran a la escuela y, ya sea por necesidad o por apatía, preferían que éstos ayudaran en las tareas domésticas, en el caso de las niñas, o colaborasen en las faenas del campo en el caso de los niños. Además, se identificaron toda una serie de pequeños empresarios que utilizaban niños para labores auxiliares, aprovechando el bajo coste de esta mano de obra. Aquellos niños necesitaban urgentemente una escuela que les diera una educación de buena calidad para poder salir de la extrema pobreza en la que viven, y ese era sin duda alguna mi cometido.
Una vez de vuelta a Barcelona, seguí con mi empleo de abogado pero sin poder olvidar ni un segundo aquella maravillosa gente, que por muy dura que fuera su vida, siempre llevaban una enorme sonrisa dibujada en la cara. Me puse a trabajar en el Proyecto Harapan, ideando un proyecto humanitario y reuniéndome con especialistas en el sector de la cooperación, quienes me ayudaron a saber que documentación debía preparar y que pasos debía seguir para ejecutar el mismo. Todo ello compaginándolo con mi ajetreada vida de abogado, que apenas me permitía dedicar unas pocas horas diarias al proyecto.
Durante los siguientes años, fui realizando cada año estancias de 2 y 3 meses en la isla de Sumbawa y desarrollando cursos de idiomas y actividades deportivas destinadas a los niños de la población de Hu´u, así como realizando entregas anuales de material escolar, pedagógico, deportivo y médico-sanitario. Asimismo, fui aprovechando mis estancias en la isla para ir recopilando toda la documentación que precisaba para el proyecto (acuerdos con el Gobierno Indonesio, con la comunidad religiosa, con las escuelas locales, con la población local, con el hospital más cercano, presupuesto de construcción, búsqueda del terreno donde construir la escuela…). Si quería llevar adelante el Proyecto Harapan, necesitaba tenerlo todo cerrado y que todas las instituciones estuvieran conformes con el mismo.
Por fin en el año 2010, con la ONG Harapan Project ya constituida, y todos los acuerdos y licencias formalizados, me trasladé a vivir a la isla de Sumbawa.
Siempre he creído que los sueños son para hacerlos realidad y mi sueño es darles un futuro mejor a la población local de Hu´u, que sin duda lo merece.